Siete meses después de la muerte de Martín Elías habló un testigo del accidente
Rodrigo Contreras recordó el fatídico día.
A unos siete kilómetros de San Onofre hacía Tolú, departamento de Sucre, en un sector rural conocido como ‘Aguas negras’, la belleza que bordea la carretera ha adquirido una connotación especial porque un semáforo espiritual detiene cantidades de vehículos que lo han convertido en sitio de romería.
En ese lugar se vive una paz y frescura relajante inexplicable, exactamente bajo el robusto campano, el mismo árbol que hace siete meses, también fue víctima del accidente del vehículo donde viajaba el cantante Martín Elías Díaz Acosta.
Un lazo remendado y desteñido sobre un lujoso vestido, es la perfecta comparación de como luce la carretera que se extienden 94.5 kilómetros, sobre una alfombra de arrozales, cultivos de palma e interminables plantaciones de pancoger. Es el tramo vial Cruz del Viso, Bolívar, al balneario de Tolú, Sucre.
Una cinta asfáltica destrozada que rechina con el paisaje y que obliga a sus usuarios a transitar lentamente y que es una tortuosa constante de huecos y grietas desde su inicio, a pesar de tener el peaje más caro de la región, 11.700 pesos, y en el que la certeza del mensaje de Carlos Vives tras el fallecimiento de ‘El Gran Martin Elías’ se hace notorio. “Maldito afán de la vida y la suerte traicionera y maldito el que se roba la plata de las carreteras”.
Irrefutablemente la causa del accidente que cobró la vida del artista vallenato fue el estado de la carretera, un detonante que solo necesitó la velocidad del vehículo en que se desplazaba.
Rodrigo, cuenta la historia triste
A unos 15 metros del trágico suceso que entristeció al folclor vallenato aparece una humilde casita campestre marcada por el incesante fluido de humo que la leña de la cocina emana, ahí vive el único testigo de aquel nefasto 14 de abril del 2017. Ese día, estaba disfrutando de la primera totuma con tinto y se aprestaba con su familia a organizar, según la costumbre, el almuerzo del viernes santo.
Rodrigo Contreras, cabeza de la familia refiere que “Me encontraba junto a dos de mis hijos sentado en la terraza. El día despuntaba, cuando de pronto ví un carro blanco acercarse, luego veinte metros antes de llegar al frente de mi casa el tiempo pareció detenerse y sucedió una escena de segundos, pero que parecieron horas; escenas que marcan, que uno ni se imagina que puede vivir”.
De un solo tajo pretende detener el tiempo, pero la velocidad del pensamiento no se lo permite y un poco calmado relata que todos los días de Dios se sienta en el mismo lugar en que la tragedia lo escogió como primer espectador.
“Me veo con las manos sosteniendo mi cabeza, abriendo lo que más puedo mis ojos, para lograr entender la visión y vuelvo a ver el vehículo como tropieza en el escollo, las llantas estallan y pegadas a los rines hacen una carrera internándose en los potreros a lado y lado de la vía. Increíblemente el carro se levanta justo en el campano, a más de cinco metros del suelo y una de sus ramas fue tronchada por el impacto del carro. A los 25 metros del primer impacto tocó suelo de forma violenta”.
No para de relatar esa película siniestra que quedó estampada en su mente de por vida. “Al caer, sale disparado a unos cinco metros del carro un joven que al llegar hasta allá se quejaba mucho, pedía auxilio y que le dieran agua. Los otros ocupantes estaban también heridos por el impacto”.
Al lado de la vía, el punto de referencia donde cayó el cantante, es un joven árbol de mango, también como parte de las incongruencias de esa superficie vial, están los profundos arañazos en el asfalto, testimonio de aquellos segundos catastróficos.
“Salí corriendo con el ánimo de ayudar; decir en ese momento que sabía de quien se trataba, seria mentir. Cinco minutos después apareció Rolando Ochoa y fue quien identificó a los accidentados; todo fue un caos a partir de ese momento la carretera se fue llenando de curiosos y el embotellamiento de vehículos empezó a crecer”.
Hace un pequeño receso en su fluido diálogo y expresa que siempre ha sido fanático de Diomedes Díaz, y al saber que el accidentado era su hijo, le causó una tristeza profunda. “Ahora soy Martinista”.
La camiseta de Martín Elías
Desde ese día, Rodrigo Contreras, todos los viernes desde la muerte de Martin Elías rinde tributo al joven cantante poniéndose una camiseta amarilla con su rostro estampado y una gorra marcada con la leyenda “El gran Martin Elías, el de los 1000 amigos”. Además, una bandera amarilla permanece colgada en el árbol de campano donde Martin vivió momentos de angustia y dolor, donde también aparece un busto como tributo a su memoria puesto por la alcaldesa de San Onofre, Maida del Carmen Balseiro López.
Al sitio llegan cientos de personas a rezar, poner flores y la música del artista lo que hizo que el primer testigo del hecho, alterne sus labranzas con la venta de agua y refrescos que tiene en unas cajas de icopor.
Después de entregar un pormenorizado relato se despidió con unas palabras que reventaron las columnas del sentimiento y le provocaron lágrimas. “De verdad, me dolió conocer a ‘El Gran Martin Elías’, en un escenario tan doloroso. Me hubiese gustado otra forma, por ejemplo en una tarima y yo abajo en temple bailando al compás de su canto”.
En ese momento hasta las letras huyen viéndolo llorar y luego con la inspiración acompañada de la mayor tristeza alargó sus conceptos. “Me consuela saber que acudí a la última función que un ser humano puede tener en la tierra. Sabía que era grave su accidente y no iba a aguantar. Él, se quedó en mi recuerdo eternamente con ese rostro de niño adolorido”.
En ese momento el sonido de la vieja grabadora detuvo sus palabras y sin pensarlo salió corriendo a alzarle el volumen. Comenzaba a sonar una canción de ‘El Gran Martín Elías’, donde anotan 10 precisas razones para amar y nunca olvidar.
Deseo que este amor bello perdure todo el tiempo
que jamás se borre lo que siento,
y pienses en mí en todo momento.
Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv